jueves, diciembre 08, 2005

1980

Hacía frío. Me acuerdo muy bien. De eso y del color verde menta de las paredes del salón, del escritorio arcaico de la maestra Estelita y de la noticia que trajo Raquel.

"Mataron a John Lennon", dijo, con sus ojitos muy abiertos, un par de avellanas que nadaban en su rostro cremoso.

"¿A quién?", le pregunté.

"A John Lennon. El de los Beatles."

Y no me acuerdo de mucho más.

En mi casa no se oía su música. Mis papás rojillos-liberales-jipitecas-de izquierda escuchaban jazz y folklore latinoamericano (me arrullaban con Óscar Chávez, Nacha Guevara, Dave Brubeck y Gabino Palomares). Creo que ni siquiera había escuchado la palabra rock.

Pero lo habían matado aquella mañana.

¿Qué hubiera pasado si Mark David Chapman no lo hubiera abatido a tiros? Quien hoy tendría 65 años seguramente hubiera seguido produciendo música. Se hubiera clavado en la cocaína durante los 80 y habría producido música cada vez más pirada. La generación post punk lo habría despreciado sólo para revalorarlo años después (Bono y Michael Stipe, grandes oportunistas, habrían grabado con él, seguro). Estoy convencido de que trabajaría durante años en un proyecto secreto que se convertiría en su obra maestra, editada póstumamente tras años de olvido durante los que no hubiera sido más que una curiosidad para nostálgicos (como sus compañeros de banda). Y que hubiera sido el único en negarse a una patética gira de reencuentro.

Pero se murió y fue Raquel, la niña más bonita de mi salón, de la que estuve enamorado desde primero de primaria, la flaquita alta, nuestra Mafalda local, la que llegó aquella mañana y me dijo:

"Mataron a John Lennon."

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