lunes, abril 28, 2003

El Pejelagarto se enfrenta al Jefe (?) Diego

Me confieso simpatizante del Pejelagarto. Tanto, que a veces se me olvida que, all in all, es tan sólo un político más.

Lo anterior viene a cuento tras la decepción de hace unos días, cuando en su tradicional conferencia de prensa, en la que se elucubraba que mostraría pruebas que demuestren el influyentismo practicado por Diego Fernández de Cevallos.

No sólo mostró nada, sino que además aplicó la muy foxiana fórmula de decir "¿y yo porqué?".

Justo el día anterior hablaba por teléfono con el Fisgón, quien me decía que López Obrador era la única razón por la que seguiría votando por el Perredé, aunque ya no milite en el partido.

Queda claro, al menos para mí, que priístas y panistas son, en su conjunto, ojetes. Y aquí es cuando en la primaria o secundaria un chavito de mi salón levantaba la mano y decía "pero no todos los políticos son iguales, profe", refieriéndose a su papá.

Con los hermanos maristas siempre hubo hijos de funcionarios (empezando por los hijos de De la Madrid, que llegaban con guaruras a la prepa).

De hecho, uno de los estúpidos orgullos de los maristas era decir que tal o cual funcionario había estudiado en la escuela. Algunos nombres: Muñoz Ledo, González Avelar, creo que Bartlett y varios más.

Qué orgullo tan raboncito.

Si Juárez no hubiera muerto

Y justo hablando de mi educación religiosa...

Creo que las escuelas católicas son las mejores fábricas de ateos (igual que los seminarios). Bueno, claro que se requiere que el educando piense, situación bastante escasa en mi alma mater.

Y es que ahora con la polémica sobre la devolución al clero mexicano del antiguo palacio del arzobispado, me viene a la memoria Tobi, mi profesor de historia de cuarto de prepa, que daba la versión totalmente conservadora y de ultraderecha de la historia de México. Se trataba de un gachupín regordete y ojiazul totalmente neurótico, que opinaba que lo mejor que podría haberle sucedido al país era mantenerse como un imperio bajo las órdenes de Maximiliano. Para él, y los colegios católicos en general, Juárez era poco menos que un demonio.

Justo ahora estoy queriendo escribir una fantasía ucrónica donde el Imperio triunfa y Juárez es encarcelado en San Juan de Ulúa. Una aventura a lo Julio Verne en la que los liberales rescatan la república.

Justamente creo que ése es el conflicto entre López Obrador, heredero de la tradición liberal y gobernador populista (como debió serlo Juárez) y el jefe Diego, representante de los intereses de la oligarquía, cercano a la iglesia y miembro de la gente bonita.

La historia se repite. Pero me quedo del lado de los liberales.

Chocolate literario
Estoy leyendo Saludos de Darth Vader, delicioso volumen de cuentos de Mauricio Carrera, a quien conocí recientemente. Voy acabando La vuelta al mundo en 80 días, que fue un gran descubrimiento, sólo para seguirme de filo con el Sandokán de Salgari. Sigo con las marranadas de García Ponce y su Inmaculada o los placeres de la inocencia y el extraordinario Lipstick Traces de Greil Marcus, la historia secreta del siglo XX donde descubre los vínculos del movimiento punk con las vanguardias dadaístas.

Una bienvenida a mi amiga Ana Cinthya Uribe al apasionante mundo del Blog. Puedes leerla aquí. Ella, además de ser muy talentosa, está casada con Flavio Monroy, una de las personas más inteligentes que conozco. Saludos a ambos.

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